Will Eisner es posiblemente el autor más grande e importante que ha habido y habrá en la historia del cómic (no en vano el galardón más relevante del 9º arte lleva su nombre) y lo es por muchas razones. Porque fue un pionero en este medio en el que estuvo en activo desde su niñez cuando colaboraba en una revista escolar con Bob Kane (futuro creador de Batman) hasta su muerte a los 88 años. Porque fue el creador de multitud de recursos narrativos a la hora de contar historietas que a día de hoy se siguen utilizando. Porque fue el primer firme defensor de los derechos de autor para los dibujantes y guionistas de cómics. Porque fue el primer teórico de las técnicas del “arte secuencial” del cómic, como él mismo lo bautizó, con un par de tratados “El cómic y el arte secuencial” y “La narración gráfica” que se convirtieron en las primeras “biblias” de este modo de narrar desde entonces. Porque empezó en sus historias a desarrollar tramas adultas liberando al medio de su estigma de entretenimiento infantil. Porque fue el primer autor que escribió y dibujó una “Novela gráfica” donde desarrollaba una historia completa saliéndose del esquema tradicional de la tira o la historieta por entregas.
Entre estas novelas gráficas, donde desarrollaba historias autobiográficas o costumbristas y donde realizó un fiel retrato de su tiempo y por ende de la naturaleza humana, se pueden encontrar algunas de sus obras maestras como “Contrato con Dios”, “Ansia de vivir”, “La avenida Dropsie”, “Crepúsculo en Sunshine City”, “El soñador”, “Viaje al corazón de la tormenta”, “Nueva York” o “El edificio”…todas ellas palabras mayores.
De las manos de Will Eisner no salió en toda su carrera ni una obra mala. Es cierto que hay obras primerizas como “Aguila azul”, una historia clásica de piratas y aventuras sin más pretensiones que rebosa candidez e inocencia en cada página, o experimentos narrativos no tan afortunados, pero nada desdeñables como sus traslaciones al cómic de “Moby Dick” o “El Quijote”. Sin olvidar su colaboración en “PS magazine”, la revista que realizaba el ejército de EEUU, donde realizó unos lúdicos manuales técnicos sobre armamento, vehículos y aparatos electrónicos con diagramas y guías paso a paso explicativas para los soldados que son una verdadera maravilla.
Pero si hay una obra por la que siempre será recordado el maestro Eisner es por su personaje “The Spirit”, la historia de Denny Colt, un policía que es dado por muerto tras una refriega y desde entonces adopta la personalidad de Spirit, infatigable luchador enmascarado contra el crimen. Para esta difícil empresa Colt contará con la ayuda del comisario Dolan cuya hija Ellen está perdidamente enamorada del héroe del antifaz. Por estas historias además desfilarán una gran galería de secundarios en los que Eisner dará rienda suelta a su gran creatividad en la elaboración de personajes con un estilo de dibujo caricaturesco que se convertiría en marca de fábrica de su obra. De entre estos secundarios destacan Ebony White, el divertido ayudante negro que presta su servicio a Colt o P’Gell, posiblemente la mejor femme fatal de la historia del cómic, una despampanante mujer tan cínica como ambiciosa y la que le gusta coleccionar por igual maridos y joyas.
En “The Spirit”, Eisner, partiendo del cine negro de la época (años 40 y 50) desarrolló en historias de siete páginas, normalmente auto conclusivas, verdaderos ejercicios de estilo de gran concisión narrativa que relataban con gran versatilidad historias criminales, de amor, de humor, costumbristas, de terror, de misterio o de aventuras exóticas, y siempre añadiéndoles un pequeño punto surrealista.
Eisner en esta obra exprimió al máximo las posibilidades narrativas del medio incorporando verdaderos hallazgos como las composiciones de viñeta usando innovadores encuadres, la narración de la historia con textos subjetivos de monólogo interior de los personajes o los juegos de luces y sombras nunca antes vistos. Pero uno de los recursos más celebrados creados por este autor en “The Spirit” son sus viñetas de presentación, donde el nombre del personaje se integra con el dibujo en una espectacular y perfecta simbiosis que ya forma parte de las imágenes icónicas de la historia del cómic. Y es que Spirit sigue tan fresco y original como cuando fue creado por el gran Will Eisner.