Una noche en un pequeño descanso en la elaboración de la historia en la que andaban trabajando llamada “Fugitoid, el androide fugitivo” (este personaje más tarde aparecería en las aventuras de nuestros quelonios favoritos…pero esa es otra historia), Kevin Eastman garabateó el dibujo de una tortuga con la cara cubierta por un antifaz y un par de nunchakus en sus manos. Al mostrarle el dibujo a su compañero Peter Laird, este hizo otro a lápiz y después a tinta, pero esta vez no de una, sino de cuatro tortugas en poses de acción y escribieron debajo al alimón el texto «teenage mutant ninja turtle” los dos rieron sin parar esa noche pensando que era la cosa más tonta que se les había ocurrido nunca. No podían estar más equivocados…acababa de nacer una leyenda.
No mucho después estos dos autores, con la intención de abrirse un hueco en el mundo del cómic, se liaron la manta a la cabeza y con solo 1.200 dólares crearon la editorial Mirage Estudios y la primera obra en la que pensaron para su sello recién creado fue rescatar esa surrealista idea de las Tortugas adolescentes mutantes ninja a la que no paraban de dar vueltas. Este primer cómic surgió como una parodia de los cómics de superhéroes y artes marciales de Frank Miller “Ronin”, “Daredevil” y “Elektra” que triunfaban en aquel año 1984 y que encantaban tanto a Eastman como a Laird. Así, en este primer número se contaba el origen de estas cuatro tortugas surgidas de la mutación por un compuesto químico y que son rescatadas de las alcantarillas por una rata, Splinter, que también sufre los efectos mutantes del fluido que dota a todos ellos de una inteligencia y tamaño similares a los de los humanos. Splinter se convertirá en su padre adoptivo y sensei desde ese momento. Este roedor es la antigua mascota de Hamato Yoshi, un maestro de artes marciales asesinado en un crimen pasional por Oroku Nagui, más tarde jefe del temido Clan del Pie y conocido también por Shredder. Splinter llamará a sus pupilos con el nombre de legendarios artistas que encuentra en un libro sobre el Renacimiento, así nacerán Leonardo, Michaelangello, Donatello y Raphael maestros en el manejo de las katanas, los nunchakus, el bō y los sais respectivamente, a los que entrenará para que venguen la muerte de su maestro eliminando a Shredder.
De este modo en mayo de ese mismo año, 1984, se publica el número 1 de este comicbook en blanco y negro dirigido a un público adulto. La primera edición que tuvo 3.000 ejemplares de tirada se agotó rápidamente así que al mes siguiente se editó una segunda de 6.000…el fenómeno acababa de empezar.
Más tarde se adaptaron sus historias a la animación en una serie que se alejaba del canon de los cómics originales donde suavizaban la violencia de estos y adaptaban a los personajes para ser más vendibles como juguetes y figuras de acción. Así se introducen los distintos colores de los antifaces de cada una de las cuatro tortugas (en el cómic son todas rojas), el hecho de que devoren pizzas o que digan expresiones como Cowabunga que ni por asomo aparecían en los cómics. Aparte de otras series y una película de animación en 3D que llegaron después, también se adaptaron a la gran pantalla en unas entrañables películas protagonizadas por actores de carne y hueso disfrazados de tortugas y con cabezas animatrónicas diseñadas por el mismísimo Jim Henson. Y últimamente también se han rodado dos películas producidas por el rey de los blockbusters de acción y efectos especiales Michael Bay y protagonizadas por unas tortugas hipertrofiadas generadas con CGI que me da bastante miedo ver, la verdad.
Para mí las únicas y verdaderas Tortugas Ninja y las que realmente me gustan son las de los cómics originales publicados por Mirage, escritas y dibujadas por Eastman y Laird. La saga de los robots ratoneros donde aparecen por primera vez April O’Neil y Casey Jones es una verdadera maravilla de historia. En sus primeros números tiene un dibujo un tanto desmañado en blanco y negro y grises muy cercano al underground fanzinero al que rápidamente te acostumbras y coges cariño, pero lo mejor sin dudas son sus historias y la manera de contarlas tan deudoras de la maravillosa subcultura de la serie B y Z.