León y Mathilda / Luc Besson

leon face

Hay un tipo de historias que casi se podría decir que forman un subgénero dentro de los relatos de ficción y que me han apasionado desde siempre. Se podrían describir como historias en las que un niño debe ser protegido por un adulto en un entorno violento y hostil, poniendo en el empeño hasta su propia vida en juego. Dentro de estas ficciones, que me fascinan sobremanera, destacaría varias obras tanto en cómic como en cine: “Sin City. Ese cobarde Bastardo”, “El Lobo Solitario y su Cachorro”, “Camino a la Perdición”, “Aliens”, “Raíces profundas (Shane)” y su fantástico remake no oficial “El Jinete Pálido”, “Un mundo Perfecto” y sobre todo “León, el Profesional”.

Esta última, para mí la mejor historia de Luc Besson y su obra maestra absoluta, se convirtió en una de mis películas favoritas desde el primer momento que la vi en el cine en 1994 porque aparte de contar una emocionante historia que reúne las características de este subgénero es mucho más. Es una película de acción cargada de drama pero también de humor, es la historia de una venganza pero además describe una emotiva y compleja relación de amor que no entiende de edades ni de convenciones (tema este que levantó ampollas en un análisis bastante estrecho de miras de la cinta). Y es sobre todo la historia del compromiso vital que se puede llegar a adquirir cuando una persona entra en tu vida y le da sentido llenándola por completo.

Cuenta en el reparto con un trío de actores en estado de gracia, empezando por un inmenso Jean Reno que encarna magistralmente a León, un asesino a sueldo frío y letal en su trabajo, que se desvelará después inocente, tierno e ingenuo fuera de él. Natalie Portman, prodigiosa actriz en el más deslumbrante debut infantil en el cine que he visto nunca, es Mathilda una despierta niña de 12 años cargada de desparpajo, amor, alegría y también deseos de venganza que entrará en la vida de León tras perder a su familia en una matanza a manos del tercer vértice de la historia, Stansfield, un empastillado y psicópata agente corrupto de la D.E.A. interpretado por el camaleónico,  histriónico y siempre genial Gary Oldman en uno de los papeles más memorables de su carrera, dando vida a un sórdido villano que da auténtico terror.

Esta película tiene una inolvidable, a veces extravagante pero siempre original iconografía que la impregna por completo y en la que la cámara se detiene en más de un plano prestándole gran atención. Comenzando por el vestuario de los actores como el de esas personalísimas gafas redondas de León, su gorro de lana, su tupido chaquetón bajo el que oculta las armas y esos pantalones un poco más cortos de lo habitual. O el corte de pelo a lo “Lolita cool” que luce Mathilda, ese colgante solar con un collar negro que lleva ceñido al cuello o sus botines con hebilla. Esa manopla con la cara de un cerdo que tiene León en la cocina, esos cartones de leche que compra y bebe metódicamente, ese maletón cargado con un arsenal de armas que transporta de un lado a otro o esa maceta con gran protagonismo en toda la historia, tan desarraigada como León hasta que Mathilda la planta para que por fin pueda echar raíces.

Finalmente todos estos elementos encajan mágicamente acompañados por la soberbia y melancólica banda sonora de Eric Serra en una de mis películas favoritas donde  la expresión “disfrutar ” alcanza su máxima plenitud.

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